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jueves, 20 de mayo de 2010

"YO ME BAJO EN ATOCHA" I

Nuestro amigo Gustavo Colorado Grisales ha sido un estudioso y observador del evento migratorio. Reproducimos a continuación una artículo publicado por el periódico La Patria de Manizales, a propósito de su libro de crónicas sobre la migración: "Yo me bajo en Atocha" (2008).
Fernando Alonso Ramírez
Editor Noticias/LA PATRIA
Manizales


CULTURAL: La voz de la migración en un libro

El más reciente texto del pereirano Gustavo Colorado aborda este problema universal, desde lo local. El cronista se mete en la piel de los personajes. Critica cómo se cierran las fronteras y aplaude el gesto de quienes quieren ayudar. Con oficio.

“...el continente americano fue durante varios siglos el objetivo de diversos movimientos migratorios”, pero ahora es el que promueve la diáspora; así lo ve el periodista y escritor pereirano Gustavo Colorado Grisales, que acaba de publicar su más reciente libro: Yo me bajo en Atocha -historias de la migración- bajo el sello independiente de El arca perdida editores.

El libro relata desde los textos que escribe Armando, un abuelo pereirano, para que su nieta española conozca mejor de sus ancestros, hasta las penurias y éxitos de quienes han dejado su terruño en Colombia para buscar mejor suerte en España.

La explosión de varias bombas en la estación de Atocha en Madrid es el común denominador de las historias que allí se narran. Un trabajo periodístico de calidad, que el lector siente muy cercano porque en esta región del país, pocas familias pueden decir que no tienen a ningún aventurero probando suerte en tierras lejanas.

La paradoja
- Cuando las comunicaciones se extienden, cuando hay más posibilidades de viajar, las puertas se cierran. ¿Cómo analiza este fenómeno?
Ahí hay una paradoja muy grave, mientras la constitución habla de libertad de circulación, la realidad es que esta se da pero de bienes de capitales, de mercancías, pero la de los seres humanos se hace cada vez más difícil. Incluso en la legislación de la comunidad europea equipara la migración con el delito.

- ¿Armando existe?
Sí, es un señor de uno de los sectores más viejos de Pereira. Su goma es la escritura, no tiene pretensión alguna, ni siquiera de publicar, él me insistió mucho: 'quiero que mi nieta conozca parte de la historia de donde salió su mamá', y se dedicó a consignar esto en sus escritos. Es un abogado con gusto por la lectura, un humanista. Solo tuve que pulir algunas cosas de redacción, pero esos capítulos de Viviendo en el pasado son de él.

- La mayoría de las historias terminan en punta, el lector quiere saber qué pasó con esas personas. ¿Ha pensado en una segunda parte?
Esa es una intención, de querer escribir las crónicas del lado de allá, y además porque la vida termina en punta y porque los azares del destino pudieron conducir esas historias a otras cosas, a otros encuentros.

Hablan los protagonistas
- Casi todas las historias están escritas en primera persona. ¿Cómo escoge esa manera de narrar?
No es uno el que escoge la técnica, sino que la historia es la que decide cómo se debe narrar. Aquí se trataba de darles voz, aliento y rostro a los protagonistas de la migración. Es un tema que se ha reducido a cifras, tantos miles de migrantes, tantos millones en remesas, tanto más en impuestos, pero no aparecen los rostros, los nombres de los artífices de esa situación, de quienes se fueron a ponerle el pecho a la brisa para ayudarles a sus familias, algunos con mayor suerte y otros con menos.

- Hay quienes vaticinan que con la crisis financiera mundial, muchos emigrantes retornarán. ¿Lo cree así?
De hecho la gente está retornando, pero lo que no se percibe es ese retorno masivo que están vaticinando. Ya se hizo lo más duro, desperdigarse, endeudarse para poder viajar, dejar a la familia, es gente que siempre está en contacto con los suyos y ¿a qué se van a venir? si aquí la situación puede tender a empeorar. Prefieren quedarse allá, de cualquier manera allá no están peor que aquí, preferirán irse a otros países, buscar otros empleos, pero ya conocen cómo hacerlo.

- Los latinos mantenemos una nostalgia y queda descrito en su trabajo, pero ¿no puede pasar, que después de que pasen las generaciones se pierda ese sentimiento por la familia, por nuestras costumbres?
Sin duda eso está empezando a producir un desarraigo, pero hay una diferencia fundamental entre la migración nuestra y otras y eso puede obedecer a esa especie de xenofobia que tenemos. En el exterior nos negamos a entablar el diálogo con las otras culturas y tendemos a formar una especie de guetos, el contacto sigue siendo muy fuerte, el viaje periódico, el concierto permanente de algún grupo colombiano, se ha creado lo que alguien llamó la industria de la nostalgia, no tenemos eso de abrirnos y de ser receptivos e integrarnos, hay gente que lleva 30 años en Estados Unidos y no sabe hablar inglés. En las nuevas generaciones sí hay la tendencia a menos nostalgia, pero sin la tendencia cosmopolita del cono sur. Un ejemplo, a sus 92 años el Caballero Gaucho sigue haciendo giras por el exterior y llena auditorios, eso explica muy bien eso que estamos hablando.

- ¿Historias como la de Álvaro Ruge Mapi en la Fundación Aesco dejan la puerta abierta de la esperanza?
Por supuesto, y hay varias cosas allí. Lo primero, se legitimó toda una tendencia a hacerle creer a la gente que la migración es un problema, y es una situación, tendemos a movernos por necesidad, por gusto, pero otra cosa es el problema de la migración por el empobrecimiento de continentes enteros, del tráfico de personas, de la delincuencia relacionada. Lo que hacen estas personas de fundaciones como Aesco es tratar de trabajar en el lado bueno, es una oportunidad de conocimiento, de desarrollarse en dos direcciones, sin sumarle el hecho de que a todo el que emigra no le va mal, también hay muchas historias de gente a la que le va bien.

Incoherencias
- ¿Qué piensa de la actitud de intelectuales que en su momento juraron no volver a pisar tierra española, mientras se exigiera Visa, pero luego fueron a recibir premios?
Es la incoherencia total entre lo que se expresa por protocolo y por puro formalismo y las convicciones. Aparte de las declaraciones protocolarias no se ha sentido o escuchado de ellos un gesto de solidaridad frente a los colombianos que sufren situaciones difíciles. Inmediatamente les dieron un premio se echaron atrás y se olvidaron del asunto y pudieron jugar un papel importante, pero no lo hicieron.

- ¿Es otra paradoja, que usted expone en el libro, que muchos migrantes tuvieron que sufrir con el atentado del 11 de marzo en Atocha para poder alcanzar la ciudadanía española y con ella varias gabelas?
No solo eso, sino que a mí me sirvió para ilustrar las condiciones tan difíciles y extremas que afrontaron muchas personas, que las llevaron por encima de cualquier situación a buscar esos beneficios. Un médico -que aparece entre los testimonios del libro- me contaba que hubo gente que se autoinfligió heridas, que cuando las analizó vio que no eran el resultado de una explosión, fueron echas con poca fuerza, con el arma a ras de piel; eso es algo dramático, se le juntaba la tendencia a hacer la trampa, la situación desesperada y cuando el gobierno español anunció esas ayudas muchas personas optaron por esa salida, no solo colombianos, de muchas nacionalidades.

- ¿Libros como El hueco influyeron en la escritura de este texto?
No solo El hueco, sino los intentos que se han hecho por contar la diáspora y el movimiento de personas de un lado a otro, algunos de los escritos de Gay Talese sobre la migración hacia Nueva York, los de Kapuscinski que relatan la migración en África, algunos trabajos de Martín Caparrós que narran esta situación en Argentina también me acompañaron.

- ¿Gustavo Colorado por qué sigue con el Arca perdida?
Porque es la materialización de unas ganas y de un delirio con un grupo de amigos, profesores, escritores, que un día decidimos juntar los pocos excedentes que deja el oficio de profesor y los ninguno que deja el de periodista y empezar a contar distintos géneros. No se puede poner a esperar a que una editorial grande llegue a tocar la puerta de la casa. Y se han cumplido los objetivos y es que el título anterior financie el siguiente. Los niveles de calidad se han mantenido, el tema de cubrir distintos géneros se ha logrado alcanzar. Hay que seguir navegando en el Arca.

Sus obras
Gustavo Colorado ha escrito “Rosas para Rubias de Neón”(1997), “No disparen, soy sólo el cronista”(2000), "El Último Verano de Tony Manero" (Relatos, 1992);" Rituales" (Poemas, 1993); "Un altar para la desmemoria" (Crónicas, 1995) y “Besos como balas”. En la actualidad trabaja en una obra de ficción.

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