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martes, 13 de julio de 2010

LATINOS GO HOME


Amigos: Se les comparte este agradable texto de nuestro amigo Gustavo Colorado Grisales.


LATINOS GO HOME
Por : Gustavo Colorado Grisales

Las primeras décadas del siglo XX acuñaron y legitimaron la expresión “Hacer la América” para referirse a las fuerzas que empujaron a millones de europeos y asiáticos a embarcarse en naves donde el hacinamiento era el denominador común y cruzar los mares en busca de unas ciudades cuyos nombres sonaban en sus oídos como una promesa de redención: Nueva York, Santo Domingo, San Francisco, Lima, o Buenos Aires acabaron siendo el lugar de destino de esos irlandeses, judíos, polacos, palestinos, armenios, turcos o italianos , entre unas cuantas decenas de nacionalidades. Los móviles eran los de siempre: las guerras, el hambre, las devastaciones climáticas o el elemental deseo humano de inventarse un destino lejos de casa.

Con esa amalgama de historias, lenguas y razas se forjó el destino de naciones como la Argentina y los Estados Unidos de América, hasta el punto poder afirmarse que el portentoso desarrollo económico, científico, político, económico y cultural de esta última fue posible gracias a la capacidad de trabajo y a la inventiva de esos hombres y mujeres que fundaron fábricas, abrieron cadenas de almacenes, crearon escuelas literarias y partidos políticos, emprendieron aventuras científicas y buscaron la trascendencia a través de mil y una organizaciones religiosas.
Fue tan determinante el papel jugado por esos pueblos, que cada uno acabó por dejar su impronta en determinados lugares que más tarde fueron recreados por el cine , la música o la literatura: los chinos que llegaron a construir ferrocarriles y a buscar oro en California, los italianos e irlandeses que trasladaron su sentido de asociación a Nueva York o los judíos que llevaron su instinto del comercio y su capacidad para la introspección a la tumultuosa Chicago , son una buena muestra de ello.

La segunda mitad del siglo XX fue testigo de otra avalancha.:la de los latinoamericanos que huían de los países que descubrieron el bienestar ajeno a través de los cines y de las pantallas de televisión. La de los fugitivos de las dictaduras implantadas por la metrópoli en esas Banana Republics tan remotas y pintorescas y , en fin, la de los jóvenes que se aventuraban a cruzar el Río Grande animados por la reactivación de la economía una vez finalizada la Segunda guerra Mundial. Muy temprano, su experiencia vital se hizo sentir a través de una música cadenciosa y nostálgica bautizada como “Salsa” o, más al sur , en los ritmos pendencieros y rabiosos de los chicanos que años después adquirieron patente en el mercado del disco con el nombre de “Tex –mex”. Su peso llegó a ser tal que se convirtieron en un precioso botín político avalado por las autoridades económicas cuando reconocieron que el crecimiento de los Estados Unidos no hubiese sido posible sin la mano de obra latina.

Hasta que el panorama se empezó a enrarecer con la llegada de la era Reagan y la entronización del catecismo neoliberal, que empezó a ver las conquistas laborales como un privilegio y las garantías consagradas en la seguridad social como un obstáculo para la inversión. Menos estado y más mercado fue la consigna que situó a los inmigrantes en primera línea como responsables del aumento del desempleo, del incremento del gasto público y de todos los males de una sociedad que muy pronto mezcló la política con la religión, al punto de que todo ciudadano de piel más o menos oscura acabó siendo sospechoso de propagar el Sida, la droga, los robos y las violaciones en una suerte de avanzada que George W Bush, siguiendo a su padre, bautizaría como “Cruzada del mal”.

Esa es la encrucijada en que se encuentran los inmigrantes latinos, justo cuando las campañas demócrata y republicana aceitan sus engranajes con miras a las elecciones para congreso en medio de una ambiente enrarecido por un tufo de decepción frente a lo que fueron las propuestas del presidente Obama para la población inmigrante. Por un lado está el hecho irrebatible de que quienes quieran llegar al poder tienen que contar con sus votos, sin chocar con las demandas del elector medio norteamericano que clama por una legislación más rigurosa frente a esa misma inmigración que hizo posibles sus altísimos niveles de bienestar. Por el otro está la enorme fuerza social y económica de esa población latinoamericana que tendrá que organizarse como un todo, independiente de los intereses políticos de los dos partidos en contienda, antes de que los gritos velados de Latinos go home, que se escuchan en un tono cada vez más fuerte, adquieran rostro jurídico en una legislación que se empecina en ver la migración como un problema, cuando no como un delito.