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lunes, 10 de mayo de 2010

EL ÉXODO ILUSTRADO

Compartimos con agrado este texto enviado por nuestro amigo Gustavo Colorado Grisales. Gracias por tu aporte a Moliendokafe.

EL ÉXODO ILUSTRADO
Por : Gustavo Colorado Grisales

Desde hace un buen rato, la Unión Europea puso en marcha un modelo de regulación de las migración que, como tantos otros hechos relacionados con la diáspora de colombianos hacia el exterior, no ha recibido la suficiente atención por parte de los gobiernos locales, regionales y nacionales, a pesar de que en las últimas décadas Colombia se ha convertido en uno de los países de América con más alto índices de emigración de sus ciudadanos. Se trata de la llamada “Tarjeta Azul”, una figura que muchos confunden incluso con el carné de afiliación al Partido Conservador o al club deportivo Los Millonarios.
En realidad, la “ Tarjeta Azul” es un visado que los miembros de la Unión Europea extienden a discreción a los profesionales y técnicos especializados en saberes que sus sectores productivos demandan de manera puntual. El documento tiene vigencia además durante períodos fijos, dependiendo de la naturaleza y duración de la demanda de mano de obra calificada.

En sana lógica, la exigencia de ese visado pertenece al fuero de cada país y no representa en derecho violación alguna a la normatividad existente a nivel internacional. La dificultad empieza, al menos para los lugares de origen de la migración, cuando uno examina la retórica al uso sobre las evidentes e inaplazables relaciones entre educación y desarrollo. Con algunas variaciones de orden local, los planes de desarrollo de nuestros gobiernos incluyen en sus enunciados la inversión en investigación y educación como el gran factor que puede y debe volvernos competitivos en el entorno global. Siguiendo esa dirección, se diseñan gráficos donde , de manera minuciosa, se muestra cuánto cuesta la educación de un técnico o un profesional , al tiempo que nos ilustran acerca de los recursos necesarios para poner en marcha un proyecto de investigación sostenible.

Es allí donde se torna indispensable volver la mirada a casos como el de Filipinas, un país que vio colapsar su sistema de seguridad social en salud por física carencia de médicos y enfermeras. Y no se trataba de que el sector de la educación superior hubiese descuidado ese frente. Todo lo contrario : la sociedad realizaba cuantiosas inversiones en ese campo. Solo que las naciones mas poderosas de Europa encontraron que era mejor negocio dejar que otros hicieran el esfuerzo de preparar a sus profesionales, para ellas proceder después a importarlos sin invertir mucho en ese campo. Así, un día los filipinos se encontraron con que no había quien los atendiera en sus clínicas y hospitales, mientras los médicos y enfermeras viajaban hacia lugares donde, por sobradas razones, podían tener mejores niveles de ingresos.

Por eso resultan falaces los indicadores de nuestro sistema de enseñanza básica y superior: porque no se trata tanto de graduar personas como de crear las condiciones de desarrollo que permitan su absorción en el mercado laboral, o les sean propicias para la creación de empresas. De no ser así, seguiremos realizando grandes inversiones para tener personas altamente calificadas sobreviviendo en el sector informal o, peor todavía, para alimentar ese éxodo ilustrado que ha caracterizado nuestro quehacer social y económico en las últimas décadas.

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